Pa rematar l'añu, entrevista en LNE
Un cronista de imágenes
El documentalista Pablo Quiroga se siente muy comprometido con la cultura y no se cansa de alertar de los problemas de contaminación que sufre su Carrió natal
Pablo
Quiroga Prendes cuenta historias. O mejor dicho, realidades socioculturales de
Carreño y de Asturias, que adquieren el formato audiovisual con el objetivo,
según dice, de influir en la gente; de abrirles los ojos y mostrarles el camino
que deben seguir para aprender a pensar
por sí mismos. No es fácil. Pero Quiroga lo intenta, desde hace seis años, con
cada nuevo proyecto que pone en marcha. Es el responsable y la cara visible de
«Algamar Producciones », una de las discográficas más importantes de Asturias,
que comenzó a dar sus primeros pasos «de manera anecdótica», a raíz de la
creación de la asociación cultural de la parroquia carreñense donde este joven,
de 35 años, vivió toda su vida: Carrió.
No
es de extrañar, entonces, que la conversación esté salpicada de continuas
referencias a la localidad, que por momentos adquieren tono de protesta. De
hecho, Pablo Quiroga es el presidente de la asociación de vecinos de Carrió. No
se anda con rodeos a la hora de manifestar su opinión sobre la contaminación
que sufre su pueblo. Todo lo contrario. Es directo y lo mismo que refleja a
través de la pantalla –como ya hizo con el documental «Carrió, zona industrial
»– lo hace por medio de las palabras. «Carrió debería desaparecer. Son los
vecinos o la industria. Pero la convivencia es insostenible. Las fábricas dan
dinero, pero también están matando a muchas personas», asegura con dureza.
Por
eso, confiesa que su relación con Carreño es de amor y odio. Y se explica: «De
amor porque es donde me crié, donde pasé mi infancia y juventud, donde descubrí
lo que era la vida y donde están mis mayores amistades. Y de odio, por la rabia
que siento al ver que por mucho que luches no va servir de nada».
Aun
así, Quiroga no puede evitar esbozar una sonrisa cada vez que el nombre de
Carreño ocupa su cabeza.
Sobre
las ruedas de una bicicleta, cuenta que recorrió, cubierto de barro, cada
rincón del concejo. Esas «mágicas» noches celtas de Candás y las romerías de Quimarán,
ElValle y otras tantas parroquias, que han quedado registradas en su mente.
El
relato está cargado irremediablemente de anhelo al pasado. Y así lo confiesa:
«Echo de menos el Carrió de antes; donde había más gente y los vecinos no
tenían que escapar. Entiendo que todos los pueblos tienen que evolucionar y buscar
su futuro. Pero el futuro que se escribió y que ahora es el presente no es
bueno. Esperemos que el de dentro de unos años sea diferente, mejor».
Esa
forma de entender la vida y de comprometerse con la realidad de su pueblo bien
podría aplicarse a su trabajo. Porque Pablo Quiroga, dentro de «Algamar
Producciones », se dedica precisamente a esto; a contar por medio de las
imágenes a qué se dedica la gente, cuáles son sus problemas, su presente,
su pasado... Cualquier historia que pueda aportar algo o influir mínimamente al
espectador se convierte en protagonista de sus documentales.
Y
es que por algo este carreñense estudió cine en la Universidad de León. Siempre
tuvo claro que su sitio estaría al lado de la cultura.
Una
actividad que complementa con su labor como profesor de llingua asturiana en el
colegio Martínez Blanco, de Gijón. «Estudiar Magisterio también fue vocacional.
Quería fomentar la educación pública de calidad y, sobre todo, que fuese
cercana a la realidad sociocultural asturiana. Porque soy una persona que
reivindica el uso del bable. Creo que dice mucho de nuestro pueblo y lucho cada
día porque los ataques que está sufriendo no acaben con ella», expresa con un
suave tono de voz, pero cargado de crítica. Y eso que «el 80 por ciento de los niños
hoy en día estudian asturiano. Sin embargo, el problema está en que no hay una
estabilidad docente», denuncia desde una cafetería candasina.
A
su narración pronto vuelven sus trabajos en el ámbito cinematográfico y con
ellos rápidamente recobra la sonrisa. En especial con dos de ellos: la
representación de la obra «José», deArmando Palacio Valdés, y el disco homenaje
del grupo infantil «Xentiquina», de Siero, realizado en 2011. El primero «costó
mucho llevarlo a cabo, pero al final la respuesta del público fue tremenda.
Recuerdo
al parque de Les Conserveres lleno hasta los topes. Me aportó mucha
satisfacción y que todavía hoy, diez años después, la gente te pare por la
calle para preguntarte cuándo se va repetir, me emociona», comenta sacando su
lado más sensible.Y el segundo, «yo creo que ha sido el proyecto más especial
que he hecho por todo lo que ha supuesto este grupo en Asturias», añade.
En
el ámbito personal, a Pablo Quiroga, según revela, le gustan las tardes de
sidra con los amigos, la música, contemplar el mar y en especial, cómo no, ver
cine. Pero eso sí, sentado en la butaca de una sala. Y cuanto más antigua sea,
mejor. Sin necesidad de 3D ni cualquier otra tecnología. «Sólo quiero
desconectar viendo un cuento a través de las imágenes», afirma con esa forma
especial que tiene de contar su vida.
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